Una diosa es una deidad femenina, en contraste con las deidades masculinas conocidas como “dioses”. Muchas religiones y culturas adoraron a diosas y, en parte, también este culto se mantiene hasta la época actual. La idea o representación conceptual de estas deidades, así como su área de acción, se han asociado frecuentemente a la fertilidad, a la maternidad o a otras figuras femeninas comunes. Sin embargo, existen también diosas de la guerra, de la sabiduría, del mar o del conocimiento. Frecuentemente son parte de un largo panteón que incluye los géneros convencionales y, en algunos casos, incluso deidades hermafroditas (o de género neutro).

El Hinduismo

El hinduismo es un complejo de varios sistemas de creencias que ven a varios dioses y diosas como representativos o emanados por una sola fuente, Brahman, interpretado como la esencia que forma todo, informe, infinito e impersonal en la tradición Advaita o como un dios dual como lo son Laksmi-Visnú, Radhá-Krisná, Deví-Shivá según las tradiciones dvaita (dualidad). Los saktas, los adoradores de las diosas, asocian este Dios con Deví, la diosa madre.

Aspectos tales como un Dios que es un Dios masculino (Saktiman) con energía femenina (Sakti) trabajando como una pareja son frecuentemente imaginados como dioses hombres y sus esposas o consortes, proveyendo muchas analogías entre un sostén pasivo de género masculino y el dinamismo de la energía femenina.

Por ejemplo, Brahmá forma pareja con Sárasuatu, mientras que Shivá forma pareja con Uma, quien es representada a través de un número de avatares (encarnaciones): Párvati y las guerreras Durgá y Kali. A veces, los nombres de estas diosas del hinduismo son intercambiables.

La idea de las saktis introduce un elemento adicional. Su ideología, basada principalmente en los tantras considera a Sakti como la energía mediante la cual todas las divinidades funcionan, por lo que lo masculino resulta dependiente de lo femenino.

En efecto, en una escritura sákta conocida como Devi-majatmia, todas las diosas se presentan como expresiones y aspectos de una única fuerza femenina, una en su verdad, pero expresada en forma de muchas diosas, que da al mundo y al cosmos la energía para su funcionamiento. Tanto los tratados filosóficos como las metáforas transmiten el mensaje de que la potencialidad del ser masculino está determinado por la acción de lo divino del género femenino.

Las deidades locales de diferentes regiones en la India fueron a menudo identificadas con las deidades hindúes principales, proceso que ha sido llamado sanscritización. Otros lo atribuyen a la influencia del monismo (aduaita: ‘no dual’) el cual reniega de una categorización no politeísta o monoteísta.

Algunas diosas llegan a tener hasta más de 100 nombres. Mientras que las fuerzas monistas han llevado a la fusión entre algunas diosas, fuerzas centrífugas han dado origen al ascenso de nuevas diosas y rituales populares en distintas partes del mundo hindú. Así, la diosa Durgá, que es muy popular, podría haber sido una diosa prevédica, que después habría sido fusionada con otras diosas como Párvati, un proceso que se puede rastrear a través de textos tales como el Kalila-purana (del siglo X d.C.), el Durga-bhakti-taranguini (de Vidia Pati, siglo XV), el Chandi-mangal (del siglo XVI), etc.

El Judaísmo

El antiguo hebreo, así como también el nuevo hebreo, no tienen género neutro, sólo masculino y femenino. Aunque el judaísmo usa palabras masculinas para describir a Dios, el judaísmo mantiene que Dios no tiene género. Se pretende un equilibrio, donde Dios podría ser referido en género masculino en la mayoría de los objetos relacionados con la adoración en el judaísmo, así como el Torá puede ser referido en el género femenino.

El Cristianismo

Creer en una deidad femenina bajo el cristianismo era usualmente considerado herético o una característica de herejía, aunque la veneración a María la madre de Jesús, como ser humano especialmente privilegiado aunque no una deidad, ha continuado desde el comienzo de la fe cristiana.

En algunas vertientes cristianas (como los ortodoxos), Sofía es la personificación de la sabiduría divina (o de un arcángel) que toma una forma femenina. Ella es mencionada en el primer capítulo del Libro de los Proverbios.

Desde 1980, las cristianas feministas han desafiado este punto de vista tradicional. Algunas, como Mary Daly, ya no se consideran cristianas, pero otras continúan buscando un espacio dentro de sus tradiciones para la mujer divina y por el mando espiritual femenino.

Sin embargo, es importante notar que mientras el uso explícito del término “diosa” es raro en el cristianismo tradicional, la creencia de que Dios trasciende el género, poseyendo ambos, masculino y femenino, es bastante común. Los pronombres femeninos históricamente han sido usados para referirse a la Santísima Trinidad. El Catecismo de la Iglesia Católica enseña que Dios no es varón, pero por el rol que cumple en nuestro mundo el término “Padre” es más apropiado que “Madre”.

El Islamismo

En la Meca preislámica, las diosas Uzza, Manah y Al-lat eran conocidas como “las hijas de dios”. Uzza era adorada por los nabateos, quienes la asociaban a las diosas grecorromanas Afrodita, Urania, Venus y Caelestis. Cada una de estas tres diosas tenían su templo propio cerca de la Meca. La protección de Uzza era invocada por el pueblo preislámico curáis. En el 624, en la batalla de Uhud, el grito de guerra de los curaisitas era: “¡Adoradores de Uzza, gente de Hubal!” (Según Tawil, 1993).

De acuerdo al controvertido relato de Ibn Ishaq de los versos satánicos, estos veros las reconocían originalmente como poseedoras del poder de interceder por los musulmanes, pero fueron abolidos. Los estudiosos musulmanes han considerado a la historia como no factible desde un punto de vista histórico, mientras que entre los estudiosos occidentales la opinión está dividida. Leone Caetani y John Burton están en contra, mientras que William Muir y William Montgomery Watt creen que puede ser plausible.

En el islamismo, Alá –a pesar de estar mencionado como El- no posee género, ni masculino ni femenino.

Diosas Yorubas

Oshun es un Osha y está en el grupo de los Oshas  de cabecera. Representa la intensidad de los sentimientos y la espiritualidad, la sensualidad humana y lo relativo a ella, la delicadeza, la finura, el amor y la feminidad. Es protectora de las gestantes y las parturientas; se representa como una mujer bella, alegre, sonriente pero interiormente es severa, sufrida y triste. Ella representa el rigor religioso y simboliza el castigo implacable. Es la única que llega a donde están Olofin para implorar por los seres de la tierra. En la naturaleza está simbolizada por los ríos. Es la apetebí de Orunmila. Está relacionada con las joyas, los adornos corporales y el dinero.

Es la diosa del río que lleva su nombre en Nigeria. Se dice que vivió en una cueva que aún existe en Ijesa, Nigeria, al norte hacia el río Nilo. Fue la segunda esposa de Shangó.

En Nigeria es adorada en muchas partes de Yorubaland, aunque es en la ciudad de Osogbo, por donde pasa su río donde tiene la mayor cantidad de creyentes. El nombre Osogbo proviene de la unión de Oshun y Ogbo. Ella salvó a esta ciudad por eso su rey la llamó de esa manera. En África su mensajero es el cocodrilo. Sus seguidores llevan ofrendas al río y le piden sus favores.

Oshun es la Orisha del agua dulce. Su nombre proviene del Yoruba Osún. Salvó al mundo volando como un aura tiñosa (Ibú Kolé), especie de buitre. También habló con Olofin, cuando Olokun mando el diluvio. Fue Yemayá quien le dio la fortuna de que su casa fueran las aguas dulces. Pidió la intervención de las mujeres en el consejo de los Orishas.

Se recibe como Orisha tutelar, debiendo hacerse con por lo menos 5 días de anticipación una ceremonia en el río. Por haber salvado al mundo todos los Iyabó antes de coronar Osha Akua Kua Lerí deben dirigirse al río a darle cuenta con su respectivo Ochinchin y darle Obí.

En el sincretismo se le compara con la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de Cuba. Su número es el 5 y sus múltiplos. Su color es el amarillo en todas sus tonalidades. Se saluda ¡Yalodde Yeyé Kari! ¡Yeyeo! ¡Omoriyeyeo!.

 

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