El miedo al fracaso, la sensación de culpa, la timidez pueden impedirnos llevar a cabo nuestros proyectos. La Hipsoconciencia apunta a la construcción de un Yo libre de estos mecanismos del inconsciente, fortaleciendo los estados conscientes y la voluntad del individuo.

El fracaso es una actitud mental del individuo, está dentro de la persona y no en las condiciones externas, como comúnmente se cree. Existen seres con gran inteligencia y preparación que no llegan a triunfar en la vida por una cantidad de bloqueos de la propia personalidad. El miedo al fracaso, la sensación de culpa, la timidez son factores que oponen una fuerza negativa a nuestros proyectos de vida. La Hipsoconciencia es una disciplina que apunta a la construcción de un Yo libre de estos mecanismos del inconsciente, afianzando y fortaleciendo los estados conscientes del individuo.

Hipso significa mayor. Lo que se busca es una conciencia que pueda hacer frente a los conflictos que nos plantea la vida cotidiana. No se trata de hacer un superindividuo con una potencialidad y energía superiores a la normal, sino de eliminar las trabas de nuestra mente para el aprovechamiento exitoso de estas capacidades. Es por eso que la Hipsoconciencia es una búsqueda de la verdad.

 

SER O NO SER

La sociedad ha contribuido a la formación de esta actitud negativa que refrena la expansión de nuestro Yo individual. Nuestra civilización nos ha inculcado una serie de hábitos y costumbres que han hecho confundir el yo con el nosotros. Ante la publicidad y el adoctrinamiento de los medios masivos de comunicación, la postura mental más cómoda es la de dejarse llevar por la corriente y aceptar como propias las iniciativas de los demás, sin reflexionar sobre nuestras propias metas.

La Hipsoconciencia busca que cada individuo gane mayor confianza en sí mismo. A esto se llega dejando fluir nuestros genuinos deseos, poniendo distancia del medio en que vivimos, para lograr nuestras propias normas de conducta y conceptos filosóficos, libres de los condicionamientos sociales. Lo verdaderamente crucial es la diferencia entre ser un individuo o no serlo.

 

ENTRE EL SUEÑO Y LA VIGILIA

De acuerdo con la Hipsoconciencia, nuestra actividad diaria se divide en estados oníricos de vigilia. En ningún momento del día aparece uno con exclusión del otro. Del mismo modo que durante el sueño se mantiene algún grado de conciencia.

El mundo de los sueños carece de lógica, en él no existe sujeción a las leyes físicas ni morales. Las facultades de la mente sufren una perturbación y sólo actúa lo emocional y lo instintivo. El problema surge porque en estado de vigilia lo onírico aparece provocando perturbaciones.

Es por esto que no se reflexiona adecuadamente, y nos cuesta vencer los conflictos del mundo real. Una forma muy común de este estado onírico es el de anticipar lo que pasará. Por ejemplo, antes de una importante entrevista de trabajo, imaginamos lo que va a suceder. Caemos en un estado donde impera la fantasía. Nos llena de angustia pensar en lo que podría ocurrir, y llegado el momento de la entrevista real, no captamos el verdadero suceso en su dimensión real.

 

VIVIR EL PRESENTE

Uno de los consejos básicos de la Hipsoconciencia para alcanzar el éxito personal, es ocuparse solamente del presente, observar y reflexionar acerca de él. No sumergirse en el pasado ni anticipar el futuro. Menos actividad onírica significa mayor estado de vigilia, lo que implica estar alerta y ganar en conciencia. Precisamente, el método propuesto por la Hipsoconciencia procura la elevación del nivel consciente para poder evaluar el mundo real.

 

¿CÓMO RESPIRAR?

Este método propone diferentes ejercicios para la evaluación del nivel consciente que abarcan cuatro de los aspectos básicos: la respiración, la imaginación, el lenguaje y los movimientos.

Un buen ejercicio es el de la respiración matinal que eleva el tono mental y permite acceder a un estado consciente y volitivo.

Todos los días por la mañana

Póngase de pie, con los ojos cerrados, los pies juntos y en una postura erguida. Estire los brazos y junte las yemas de los dedos a la misma altura de su pelvis. Manteniendo la misma postura, súbalos lentamente hasta la altura del mentón, mientras inspira de manera profunda y presiona el estómago hacia afuera. Usando la misma inspiración, abra los brazos para ampliar la capacidad pulmonar, llevándolos lo más atrás que pueda. Retenga el aire unos segundos y luego comience la exhalación aflojando los brazos y las manos, hasta que queden a ambos lados del cuerpo. Haga una pequeña pausa antes de repetir el ejercicio, para evitar la excesiva oxigenación. Es conveniente realizarlo tres veces al día, siempre de mañana y antes del desayuno.

 

IMAGINAR MENOS Y HACER MÁS

Reproducimos imaginariamente las tensiones musculares que observamos en las personas que nos rodean. Por eso absorbemos los estados de tensión de quienes están a nuestro alrededor. También la imaginación hace que nuestro pensamiento vuele, y soñemos desiertos. Para la técnica hipsoconciente, esta actividad es altamente perjudicial, puesto que si persistimos en esta costumbre confundiremos la realidad con nuestras fantasías.

El principio de ideoplástica se basa en la capacidad de transformación que tienen las ideas en el campo de lo fisiológico. Si cerramos los ojos e imaginamos un tren a toda velocidad, comprobaremos que nuestros ojos imperceptiblemente se mueven de un lado a otro, como si efectivamente siguiéramos con la vista su paso. Nuestros globos oculares se mueven acompañando el recorrido imaginario. Si logramos relajar nuestros ojos, la imaginación también reducirá su actividad.

Mirar con la mente

Este ejercicio consiste en mirar hacia atrás, pero sin girar la cabeza, es decir,  como si miráramos a través de nuestro cerebro. No es fácil de realizar y exige una concentración particular. Es aconsejable hacerlo acostado.

Comience por relajar los músculos de las órbitas de los ojos mirando alternativamente hacia arriba, hacia abajo y para cada lado de los costados. Cierre los ojos, mire fijamente hacia adelante. Imagine que son dos linternas cuya luz en vez de salir hacia delante, lo hace hacia atrás. No imagine que ve algo en especial, sino concéntrese en la actividad de sus ojos.

Otro tipo de ejercicio de control de los globos oculares es imaginar que se mira a la distancia, como si nuestra vista pudiera atravesar los objetos y llegar hasta el horizonte.

 

A LA HORA DE HABLAR  

La palabra hablada es la materialización de nuestras ideas. La claridad de la palabra tiene una alta influencia en los procesos nerviosos, ya que contribuye a obnubilar o aclarar. También el timbre y el tono vocal producen respuestas nerviosas, hay voces que nos tranquilizan y otras que nos alteran.

Para aclarar las ideas

Para acceder a una claridad de pensamiento y en las palabras, es bueno leer en silencio. Hágalo de esta forma. Tome un texto cualquiera y léalo sin emitir sonido, pero moviendo los labios, la lengua y la mandíbula, como si lo estuviera haciendo en alta voz.

Exagere los movimientos para ser más consciente de ellos. Repítalo durante un tiempo, y después de reconocer profundamente los movimientos que antes hacía inconscientemente, lea en voz alta.

Otro ejercicio consiste en leer con un lápiz entre los dientes, hasta que las palabras salgan claras. En ambas tareas se debe prestar atención al silabeo y a la articulación.

Puede pensarse que el hecho de estar concentrado en el modo de hablar causará distracción en el uso correcto del lenguaje, pero las personas que lo han practicado atestiguan que lo que sucede es todo lo contrario. La mente se despeja y también nuestras ideas. Esto se debe al aumento de la vigilia, que acrecienta el nivel de conciencia y aclara el pensamiento.

 

Info google y salvador suárez